TCA en la adolescencia: Dietas, pantallas y cuerpos "perfectos".

TCA en adolescentes. Trastornos de alimentación

Siempre fui la chica invisible. 

No era la más guapa, ni la más fea. Ni la más simpática, ni la borde del grupo. Tampoco destacaba por mis notas: normalitas

Quizá ese era el problema… pasaba desapercibida.

Me miraba al espejo y pensaba: «No eres nada. ¿Quién va a fijarse en ti, si no tienes nada de especial?» 

Esa voz en mi cabeza se hacía cada vez más fuerte.

La ansiedad me apretaba el pecho y, sin darme cuenta, acababa refugiándome en Instagram. 

Ahí encontraba a esas personas que sí parecían destacar.

 Gente que tenía ‘algo’. Talento, estilo, vidas perfectas… pero sobre todo, cuerpos increíbles. 

Me prometí que cambiaría. Que haría lo que fuera necesario para ser alguien… o al menos, para verme como alguien.

Así que empecé. 

Primero contando calorías. Luego saltándome comidas. Después, entrenando sin descanso. Me obsesionaba con cada reflejo, con cada fotografía, con cada «¿cómo me ven los demás?». 

Lo que comenzó como “un cambio de hábitos” se convirtió en culpa, miedo y comparación constante.

Un día, una amiga me dijo: “¿Estás bien? Últimamente no eres tú…”
— ¡Bien! La cosa está funcionando… —pensé. Alguien está notando el cambio..

Por primera vez, alguien me veía. Empezaron a fijarse en mí. «¡Qué disciplina, decían. Pero en mi cabeza, esa palabra era solo un disfraz. Lo que ellos llamaban disciplina, yo lo sentía como una prisión

Una lista interminable de reglas que me hacía sentir más vacía y pequeña cada día.

TCA y adolescencia: Un camino lleno de cambios, incertidumbre y comparación.

La adolescencia es como un terreno pantanoso: las emociones están a flor de piel, el cuerpo cambia sin pedir permiso y la necesidad de encajar se convierte en la prioridad número uno. 

Si a esto le sumamos las redes sociales, las dietas “milagro” y los cuerpos “perfectos” que nos venden por todas partes, el resultado es una bomba de relojería.

En la adolescencia, nuestros hijo/as están buscando su identidad y una forma de sentirse aceptados. Y, por desgracia, lo que se valora entre los adolescentes, en muchos casos, son las apariencias. 

Físicos musculados, delgados, que entran dentro de cánones imposibles.

  • El cuerpo cambia… y la mente se descoloca
    «Durante la pubertad, el cuerpo empieza a cambiar sin pedir permiso. Un día te levantas y… curvas nuevas, voz diferente, granitos… ¿El problema? Que no siempre te gusta lo que ves en el espejo.
    La alimentación se convierte en el único campo de batalla que parece manejable: “Antes no tenía esta tripa, ¿qué está pasando? Mejor dejo de cenar”.
    Empieza el problema: cuando controlar lo que viene se convierte en la única forma de calmar el miedo a no gustar o encajar.»
  • Comparaciones en modo ON
    Las redes sociales son una trampa visual. Un escaparate de cuerpos filtrados, vidas irreales y poses milimétricamente calculadas. Para un adolescente, diferenciar lo real de lo idealizado no siempre es fácil. Ven cuerpos “perfectos” y piensan:  ¿Por qué yo no?’

    Cada like cuenta, cada reflejo importa. El problema es que nunca ganan, porque no compiten con la realidad, sino con versiones editadas y reducidas de otros.

    Durante la adolescencia, la autoestima está en formación y el autoconcepto y es importante tener en cuenta cuales son las figuras de referencia para ellos.

  • Factores emocionales: Todo se siente más grande
    La adolescencia está marcada por emociones intensas: miedo al rechazo, inseguridad, tristeza y, en ocasiones, ansiedad.
    Los TCA no son solo “problemas con la comida”; son una vía de escape. Controlar lo que comen (o no comen) se convierte en una forma de manejar lo que sienten.

Expectativas
En esta etapa, las voces externas hacen mucho ruido y señalan a nuestros adolescentes qué es lo correcto, y lo incorrecto.

Qué se espera de ellos para poder entrar en un grupo o ser aceptados… qué les hace “guays” y les aleja de ser raros.
Muchos mensajes son contradictorios y confusos y llevan a frustración y rigidez:

«Tienes que estar delgad@, pero tampoco demasiado.”
«Hay que entrenar para marcar abdominales, pero no obsesionarse.”
«Cuida tu imagen, pero sin parecer que te importa mucho.”

Aunque la adolescencia es un caldo de cultivo, los TCAs se convierten en estilos de pensamiento y de conducta que acaban inundando las demás áreas de la vida

Tienden a perpetuarse y no “se le pasa” porque sea “cosa de la edad”. 

Reconocer las señales a tiempo y actuar puede marcar una gran diferencia.

Adolescentes con TCA

Ya no come con nosotros”: Alertas tempranas de un trastorno de la conducta alimentaria.

Es difícil detectar un TCA porque hay muchas conductas que
son subclínicas (propias de un trastorno pero que no cumplen criterios) aceptadas socialmente. 

Detrás de un «ya he comido» o un «cenaré luego», a veces hay algo más que una simple excusa. 

Las señales pueden ser sutiles, pero cuando empiezan a ser frecuentes, suenan las alarmas

  • Evita las comidas familiares: “Estoy estudiando, como más tarde.”
  • Control extremo: “¿Cuántas calorías tiene eso?” o “Si lleva aceite, no lo quiero.”
  • Cambios en el comportamiento: Más irritabilidad, aislamiento y, sobre todo, un miedo constante al descontrol.

Si observas estos signos, habla. 

Pregunta con cariño y sin juicio. “He notado que estás más preocupad@ por lo que comes… ¿quieres contarme cómo te sientes?” A veces, abrir la puerta al diálogo es el primer paso para pedir ayuda

Que no se pierda en el espejo, ni en stories de Ig

Acompañar es más util que juzgar

“¿Cómo llegamos hasta aquí? Respira, todavía hay mucho que hacer”

Como padre o madre, descubrir que tu hij@ puede estar lidiando con un Trastorno de la Conducta Alimentaria te deja en shock. La culpa te invade, las dudas se multiplican y esa vocecita interna no para: “¿Cómo no me di cuenta? ¿Dónde fallé? ¿Y ahora qué hago?”

Pero respira: Lo importante no es cómo llegasteis aquí, sino lo que estás dispuest@ a hacer ahora. Y en ese ahora, sí que puedes marcar la diferencia. Porque no, tu hij@ no necesita perfección, necesita acompañamiento.

  1. Abre la puerta al diálogo
    Lo último que tu hij@ necesita es sentirse juzgad@ o interrogad@. Habla con tranquilidad, desde el respeto y la empatía
  • “Cariño, te noto preocupad@ últimamente… ¿Quieres que hablemos?»
  • «Si necesitas desahogarte o contarme algo, puedes hacerlo… yo puedo escucharte
    Posiblemente, en ese momento se muestren evasivos y no quieran hablar… Evita presionar y deja la puerta abierta para cuando estén preparados.

  1. Cambia el discurso: Menos cuerpo, mas emoción
    Comentarios como “¡Estás más delgad@!” o “¿Por qué no comes más?” pueden parecer inofensivos, pero en alguien con un TCA, actúan como gasolina en el fuego. Recuerda: los trastornos alimentarios no van de comida, van de emociones y control.

  2. Cambia el enfoque:
    En lugar de centrarte en su aspecto físico o en su plato, redirige la conversación hacia cómo se siente, cómo ha ido su día o qué planes tiene el fin de semana.

  3. Valida sus preocupaciones:
    Quizá para ti el miedo a engordar o a no encajar es una tontería, pero para ell@s es real, constante y motivo de ansiedad. Frases como:
    “No exageres, no pasa nada”
    “¿Tanto te cuesta comer un poco más?” pueden hacerles sentir incomprendidos y más solos en su lucha.

  4. Mejor prueba con:
  • “Sé que esto te preocupa. Cuéntame más de las veces que te sientes así
  • “Ayúdame a entenderlo. ¿Cómo te sientes?.”

A todos nos gusta sentirnos apoyados. 

Puede ser que no lo entiendas, que te cueste comprender sus acciones y razonamientos. 

No los juzgues. 

Lo más difícil que tienen que afrontar los padres, es que muchas veces, hay que empezar con poco. 

Estar disponibles.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *